sábado, 4 de octubre de 2014

De cómo un hombre, después del diluvio, reconstruyó las ideas

En la concepción hindú el mundo es producto del pensamiento humano, que es el organizador. No es que la realidad no exista, pero nos resulta imposible concebirla per sé; tiene que pasar por nuestro cerebro y cada uno organizar sus ideas.


En total, que 'Manú' Suayambú sobrevivió al Gran Diluvio.

Él era un hombre sabio, y se entregó a la meditación...
El mundo yacía entonces envuelto en espesas tinieblas y sumergido en sueño por todas partes. Entonces Suayambú, en cuanto los sentidos extremos pueden comprender, hizo perceptible la realidad diferenciando los cinco elementos primitivos, de esta manera empezó a hacerlo comprensible; disipó la oscuridad...

Habiendo decidido él solo hacer que todas las cosas emanaran de su propio pensamiento, concibió las aguas y en ellas depositó un germen fecundo.

Ese germen se transformó en huevo de oro, brillante como astro de mil rayos luminosos, y en el cual el Ser Supremo se reveló en la forma de Brahma...

                                                              Y así, el hombre creó a Dios

Por medio de partículas sutiles emanadas del pensamiento se constituyeron los principios de todas las cosas que formaron este mundo perecedero, derivado del Ser imperecedero.
Cada uno de los elementos primitivos adquiere las cualidades de todos los que le preceden: de ese modo un elemento cualquiera, mientras más separado esté en la serie, más cualidades reúne.

El pensamiento del hombre atribuyó a cada criatura una categoría distinta, y con arreglo a esa categoría, actos, funciones y deberes diversos.

Así fueron concebidos y reconocidos los seres de todas clases.

Esos seres concebidos por el pensamiento adquieren categoría de realidad para otros seres pensantes, en virtud de sus vivencias. Nacen entre los dioses, los hombres con identidad y los animales, y experimentan sus transformaciones sin fin a través del pensamiento que se destruye y se renueva sin cesar.

Después de haber creado el universo de esa manera, Manú, cuyo poder es incomprensible, desapareció de nuevo, absorbido en su alma y remplazando el tiempo que pasa por el tiempo que viene.
Cuando el pensamiento del hombre vela, el Universo realiza sus actos; cuando duerme, su espíritu queda absorbido por un profundo letargo y el Universo se destruye a sí mismo. Y por medio de esos sueños y de esos reposos alternativos, sin cesar y sin fin, hace vivir o morir al conjunto de criaturas inmóviles o vivientes.


lunes, 29 de septiembre de 2014

La Atlántida Ibérica


Existe una necrópolis pre diluviana en España, en los territorios de las antiguas Tartessos y Libia (norte de África). 

Este pueblo fue capaz de expandir su cultura al crear colonias en África, Norte de Europa y Oriente llegando incluso a América gracias al alto desarrollo que poseía de los sistemas de navegación de ultramar y a la existencia de islotes (dorsal atlántica) entre las Azores, Canarias y las Antillas.


Antes del diluvio

Paulina Battell

Los sobrevivientes recordarían aquello como El Paraíso.

Los atlantes después del diluvio

Después de la catástrofe viene la calma, como siempre sucede en la Tierra.

Los sobrevivientes directos estarían muy angustiados y ansiosos por resguardar los conocimientos de aquél pasado inmediato, sin embargo tenían una ayuda memoria incomparable: el firmamento.

Las nuevas generaciones en cambio abrían sus ojos a un mundo nuevo, a una Era prístina; tanto es así que en el libro del Génesis se consigna este momento como el de la creación del hombre (y de la mujer, claro).

Itahisa López

En la Era de Cáncer los atlantes buscarían cuevas para protegerse, improvisarían herramientas y armas de piedra para cazar y defenderse.


A simple vista parecerían primitivos, pero en realidad sustentaban una cultura muy compleja: la interpretación del movimiento de las estrellas.




domingo, 28 de septiembre de 2014

Dispersión de los atlantes


Todo lo hicieron con cantos y danzas

La civilización atlante se desarrolló durante la Era de Leo.

No fue la primer y única gran civilización sobre el planeta. Anterior a ella estuvieron los Hiperbóreos y los Lemurianos, por lo menos.

El 28/07/9.792 a. C. se produjo el Diluvio y la Atlántida física sucumbió. Enseguida comienza una nueva Era.
¿Cómo sería la vida y el nivel cultural de los sobrevivientes del Diluvio?

Durante la Era de Cáncer la cultura era Matriarcal. La Luna, la Diosa Madre, la Flor de Loto como símbolo proviene de entonces.


Para los atlantes de Mesoamérica, Ixchel es la diosa de la Luna y protectora de las parturientas. Y es el calendario vivo.



Diana, tomada luego por la mitología romana, es diosa de la Luna y de la caza; guardiana de los manantiales y de los animales salvajes. Representada como una joven cazadora, armada de arco y flechas.


Mamaquilla, en la mitología inca, es la Madre Luna, y su misión era regular los ciclos menstruales de la mujer.

En el mundo árabe la luna es masculino.


Thot, dios de la Luna en la mitología egipcia, era fuente de la magia y la sabiduría. Representado a veces como un hombre con cabeza de ibis (ave zancuda parecida a una garza), o sino como la de un mandril con cabeza de perro. 
 


Pauline Battell


Se expresaban y comunicaban mediante las pictografías y los ideogramas. 
La civilización era alegre, despreocupada, ingería alucinógenos, montaba a caballo y  vivían en comunidades. Eran profundamente místicos; tenían rituales de iniciación y una  compleja concepción cósmica. Sin embargo es la época megalítica.

Luego se inicia la Era de Géminis. Ya se contruyen nuevamente ciudades y grandes monumentos. Es la época Sumeria. Adapa es el primer rey. Se comunican mediante escritura cuneiforme.
Se organizaron ciudades-estado. Los complejos de templos fueron originalmente pequeños, con estructura elevada artificialmente, de una sola sala. Luego se levantaron  estructuras con varias terrazas y salas múltiples. 
Hacia el final de la civilización sumeria, los zigurats se convertirían en la estructura preferida de templo para los centros religiosos de Mesopotamia.


En Sudamérica los atlantes están en Caral, Sechín, Nazca, .
Los templos sirvieron como sede cultural, religiosa y política.                                            
Las ciudades-estado estaban virtualmente bajo un gobierno teocrático controlado por grupos independientes. Los sacerdotes eran los responsables de la continuación de las tradiciones culturales y religiosas de su ciudad-estado, y eran vistos como médiums entre los seres humanos y las fuerzas cósmicas y terrestres. El sacerdocio residía a tiempo completo en los complejos de los templos y administraba los asuntos de estado, incluyendo los grandes sistemas de riego necesarios para la supervivencia de su civilización.

La Era de Tauro. 

La Era de Aries. Comienza la Era de Aries con la Pirámide de Cuicuilco (Lugar de cantos y danzas). Se le trasmitía a las nuevas generaciones, en pinturas y glifos, la genealogía de los ancestros atlantes.  


Este lugar fue destruido y abandonado, a partir de la erupción del volcán XITLE, ocasionando migraciones y reacomodos de la población en la Cuenca de México. La culminación fue la consolidación de TEOTIHUACÁN como Centro Rector del Periodo Clásico en el Altiplano Central.


Pirámide maya de Danta. 

 La pirámide más grande del mundo, muy pre maya, del Reino de la Serpiente o Reino de Kan.

Monte Albán (Oaxaca; México)




La civilización antidiluviana

En civilización antediluviana el arte cumplía una función primordial para la vida humana, y era la expresión de una percepción y unos conocimientos profundos sobre la naturaleza del mundo.
El arte entendió siempre cual era la verdadera estructura del universo en que vivimos, y del mismo modo que nos dejó las sinfonías en piedra que son las construcciones imposibles, para recordárnoslo, dejó también constancia de sus descubrimientos en el campo de la música.


La idea básica de su música es la generación de armónicos. Los armónicos son la expresión sonora del proceso recursivo omnipresente en la Naturaleza. En esta música, cada nota contiene una octava interna, cada una de cuyas notas contiene una octava interna, y así hasta el límite de la percepción. Al parecer, los hindúes poseen la capacidad de discriminar estas octavas internas, encontrando muy placentera la experiencia cuando a nosotros nos suena una música bastante aburrida.

Existió un pueblo que usaba la música como cebo para sus pesquerías.La música objetiva posee el poder de hacer llorar o reir a una persona, de hacer crecer o morir una planta, o de enfermar o sanar a alguien, todos ellos son casos documentados. En el terreno del mito, la música de Orfeo movía montañas y los árboles corrían a escucharla. Las murallas de Jericó fueron derribadas por el poder de los armónicos, y muchos templos fueron construidos liberando a las rocas de la" fuerza de gravedad", por medio de la música.

El siglo pasado, un hombre extraordinario recorrió Asia durante su juventud, recogiendo en una memoria prodigiosa toda clase de cantos , rezos y danzas sagradas que aún se conservaban en ciertos recónditos lugares; más tarde reunió y dió forma a todo ese material que quedó conservado para la posteridad gracias al esfuerzo anónimo de mucha gente.
Hoy, un grupo de músicos fiel a sus enseñanzas, nos devuelve aquella música en toda su plenitud:

Diego Sánchez Campos
http://www.sargodeatargatis.es/arte-objetivo.html

La humanidad prediluviana hablaba una misma lengua, el lenguaje de la música y de los glifos.
Tal circunstancia favorecería el adelanto de las artes y las ciencias, puesto que requieren el esfuerzo colectivo de muchas personas con diversos talentos. Además, la mayor duración del promedio de vida del que entonces disfrutaban les permitiría seguir sumando conocimientos a lo que ya habían aprendido con el paso de los siglos.

Durante la época antediluviana fueron surgiendo varias industrias. Había fraguas donde forjar “toda clase de herramienta de cobre y de hierro” (Génesis 4:22).

El conocimiento acumulado habría permitido que las generaciones sucesivas desarrollaran ciertas especialidades, como la metalurgia, la agronomía, la ganadería, la literatura y las bellas artes.





El neheh



El neheh, la eternidad cíclica que retorna a sí misma, inicio (Anfang) del exitus y culmen del reditus de la totalidad cósmica que integra lo divino y lo humano.                               

Fernando Malkún


El Imperio Atlante se desarrolló durante la última Era de Leo; al final de la Era se produjo el incidente conocido como el Diluvio Universal.

Este Diluvio elevó el nivel del mar en 25 mts. en 2 segundos, provocó grandes sismos e incendios poderosos, sumió al planeta en un invierno nuclear durante los siguientes 1.300 años y provocó la extinción de los mamuts y los tigres dientes de sable en el Pleistoceno Inferior.

Todo esto se produjo por la ruptura del Manto Laurentino en América del Norte, y del resto de la Placa de hielo que ocupaba todo el Círculo Ártico y sus inmediaciones.

Pero, ¿qué provocó la ruptura? Las teorías son variadas. Se supone que el deshielo se venía produciendo desde hacía 10.000 años, hasta que al final se liberó el metano oprimido bajo los hielos, ocasionando una increíble explosión.


Un cometa habría producido incendios enormes que derritieron grandes porciones de la capa de hielo de América del Norte, enviando grandes cantidades agua fría a los océanos, lo que habría perturbado las corrientes marítimas que transportan agua caliente hacia el polo Norte.


Accede al artículo original espacioprofundo.es/2012/09/21/nuevas-pruebas-confirman-el-impacto-de-un-asteroide-en-la-era-clovis/ © Espacio Profundo

También existe la teoría del Asteroide Clovis; un cometa habría impactado en la formidable capa de hielo, volcando grandes cantidades de agua fría al océano, suspendiendo la corriente del Golfo.


El hecho es que ese fue el momento en que se produjo la desaparición física de la Atlántida; y digo física, ya que el incidente fue previsto 208 años antes, y gran parte de la población, así como sus registros culturales, fueron puestos a salvo.

                                                                                                   

sábado, 27 de septiembre de 2014


Todos eran considerados del mismo modo, pero había una gran diferencia de 'estatura' y por tanto, de influencia, por sabiduría y desarrollo de la personalidad.

Matt


La perfección induce a la perfección.
El Orden induce al Orden.
La Belleza induce a la Belleza.
El bien induce al Bien.
La justicia induce a la Justicia.
La verdad induce a la Verdad.


El Ciclo Cósmico; el tiempo cíclico


Según la mentalidad atlante existe un Ordenador Supremo. Los fenómenos están estrictamente ordenados: la noche y el día; la extensión de la luminosidad solar de acuerdo a los días del año; la sucesión de las estaciones y de los hechos y fenómenos relacionados con ellas; y luego, el gran ciclo de la Precesión de los Equinoccios, de 26.000 años de duración, y el ciclo mayor que cumple el Sol alrededor de la galaxia en 220 a 250 millones de años. Es posible prever los eclipses (cada 18 años) por causa de esta regularidad.
Es por eso que los atlantes, y todas y cada una de las civilizaciones herederas, se mantuvieron rigurosos respecto a la orientación de sus monumentos y en cuanto a la orientación de sus vidas.

Cualquier erudito sabe que el Mito de Osiris es atlante.
Es fácil entender que Osiris fue asesinado por Seth, entonces su esposa y hermana Isis buscó el cadaver para clonarlo. Desde entonces todos los cuerpos de los reyes son preservados por si desea aplicárseles el mismo procedimiento.

Egipto se sabía triunfante sobre el tiempo y el caos

Desde la publicación del libro de Mircea Eliade, Le mythe de l’éternel retour (El mito del eterno retorno) (1949), es un lugar común atribuir a las civilizaciones antiguas una concepción cíclica del tiempo y de la vida. 

Sin querer deslegitimar esta tesis, que aporta importantes y certeras luces sobre aspectos esenciales de la categorización de la realidad que llevaron a cabo estas culturas, es preciso afirmar que “en Egipto, la situación es aún algo más complicada”[1].

En Egipto, junto a un modelo de tiempo sacralizado, encontramos también una forma “profana” de lo temporal. Junto al neheh, a la eternidad cíclica que retorna a sí misma, inicio (Anfang) del exitus y culmen del reditus de la totalidad cósmica que integra lo divino y lo humano, hallamos también el djet, la permanencia, la estabilidad, la duración regia. 


De este modo, en una hermenéutica recursiva de la realidad se contempla también la manifestación del cambio, de la alternancia, vista como duración, como percepción de un orden subyacente a toda mutación. 

La mente egipcia, aun en el terreno de lo sacro, es capaz de vislumbrar un doble sentido de lo temporal: una vía universal y circular, de ascenso y de descenso, de salida y de retorno; y una vía unidimensional, que recoge la armonía y la estabilidad de todos los movimientos internos.

El tiempo “sacro” corría parejo al tiempo “profano”.


Los numerosos textos de carácter narrativo que actualmente poseemos, las diversas y pormenorizadas crónicas, los minuciosos relatos de las hazañas de los monarcas y de los avatares nacionales e internacionales no son sino una muestra clara de que en el antiguo Egipto existió una conciencia, al menos sucinta, de la presencia de cambios y de formas discursivas en la realidad. La figura misma del monarca encarnaba la persistente dualidad, imponiendo un orden (reflejo del orden divino que en la génesis de todo cuanto es venció al caos, al nun primordial[2]) sobre a la diversidad incontrolada de la Naturaleza: “Tu ser es la plenitud del tiempo (nhh), tu imagen es la duración (dt), tu Ka es todo cuanto acontece[3]

El Ka contenía la afirmación más genuina del ser individual. K3.k hprwt nbwt constituye así una proclama del dominio regio sobre el tiempo: la identificación del ser del monarca con todos los acontecimientos, con todas las formas y manifestaciones del devenir. Es aquí donde se aprecia la valoración egipcia por el cambio y el devenir en la vida del hombre y en el desarrollo de la cultura: el rey impone también el orden[4] sobre todos los avatares, y así, por inconexos que parezcan, todos ellos guardan una singular imbricación en la determinación de la realidad concreta y presente, siguiendo una estructuración divinal. 

El verbo hpr alude de hecho a la “llegada a la existencia”, al werden germano, siendo el monarca el señor de todo cuanto llega a existir y de toda llegada a la existencia: el señor de lo que es (K3.f wnnt nbt) y del proceso mismo de llegar a ser. La Historia es vista como manifestación de la voluntad divina del monarca. Estaríamos, por tanto, ante una de las formas más tempranas de teologización de la Historia: el monarca, síntesis de lo humano y de lo divino, es protector y rector del decurso histórico. Toda aparente novedad se supedita a un orden superior que, de alguna manera, “trasciende” el devenir: el orden divino, el orden teológico que guía y define la Historia[5].
En Occidente, la teoría cíclica del tiempo (der ewige Wiederkehr) fue reintroducida por F. Nietzsche[6], quien hablaba de un eterno retorno, de una constante nostalgia por lo antiguo, en contraposición a la noción judeo-cristiana de linealidad. Porque, en efecto, el Cristianismo propugna la novedad intrínseca de cada instante, el origen del tiempo en la acción creadora de Dios y su término. Lo unidimensional frente a lo bidimensional, líneas contra ciclos. Frente a esta aparente dicotomía conceptual, parece necesario proyectar nuestros pensamientos en una dimensión ulterior que la supere. El tiempo conecta dos realidades, dos planos: uno subjetivo y otro objetivo. El tiempo relaciona la conciencia del sujeto con el entorno, con el Universo, con aquello que le es externo, pero a cuyo dominio también pertenece. Es el tiempo lo que nos da idea del devenir, de la progresión dinámica del ser, de la diferencia entre lo propio y lo ajeno. En el tiempo adquirimos conciencia de nuestro propio desarrollo, de nuestra propia personalidad. Se nos muestra el tiempo entonces no como una realidad sustancial, en sí, sino como un conector o nexo ontológico entre dos mundos, un puente que une la subjetividad con la objetividad del Cosmos; una fascinante e inescrutable dimensión de lo humano, que lo define en su inmanencia y en su trascendencia, con respecto a sí y con respecto a la Naturaleza en que efectúa sus acciones, en que lleva a cabo sus determinaciones.El tiempo nos hace partícipes del mundo, y une el mundo con nosotros. No es una mera línea que sigamos, sino que une momentos, nos hace recordar, nos retrotrae y nos proyecta: un tiempo que avanza asumiendo lo pasado y lo futuro, dejando en la mismidad del instante, en la inefabilidad de lo momentáneo, en el misterio de lo infinitésimo y total, esa puerta hacia el Absoluto. No ejerce por tanto un dominio tiránico, un dominio lineal o cíclico, sino que el tiempo nos eleva, nos muestra la sublime conjunción entre lo uno y lo dual, nos muestra el horizonte del tercer reino del espíritu[7], del tercer reino del Universo, donde convergen lo subjetivo y lo objetivo. En el sujeto y en el objeto conviven ambas tendencias: la de la linealidad y la de los ciclos. Y, en efecto, advertimos que el hombre piensa cosas nuevas, que progresa, que avanza, pero que en definitiva vuelve siempre a las mismas cuestiones fundamentales, es agobiado por los mismos temores. La simbología de las estaciones y de las crecidas periódicas del río Nilo expresa de modo eminente esta continuidad, que tanto contribuyó a definir las estructuras fundamentales de la civilización egipcia. En la Naturaleza rigen admirables leyes evolutivas que han posibilitado el fascinante hecho del cambio, de la transformación en su seno. Sin embargo, advertimos también que en la Naturaleza hay ciclos, regeneraciones, vivencias y muertes, y que las leyes de la conservación no sólo adquieren relevancia extraordinaria en el ámbito teórico, sino que en la propia pragmática de la Naturaleza predomina un equilibrio, una preservación, que convive con el cambio y con la mutación. Se conserva la energía, pero en el contexto de esta conservación se producen cambios, avances, progresos. Naturaleza que preserva, que conserva, que vuelve a sí misma; Naturaleza que progresa, que innova[8]... En el seno de la conciencia humana, ¿no tratamos de progresar mientras regresamos a las mismas cuestiones que aún atraen nuestra atención cuan perennes voces en nuestro espíritu? Conviven lo cíclico y lo lineal en lo subjetivo y en lo objetivo, en lo intrínseco y en lo extrínseco. Y es el tiempo el conector, el nexo que vincula ambas tendencias, ambas opciones, que convergen en el devenir del hombre en el Universo, un devenir marcado por sus propias determinaciones y por las determinaciones que le son externas. Un devenir donde la libertad humana proyecta siempre horizontes infinitos aun en la finitud del mundo y de la Naturaleza, donde la acción subjetiva y la acción objetiva, aunque parezcan divergir, convergen en la consecución de ese constante devenir que asume lo pasado y lo integra, asume de alguna manera lo futuro, lo predice o lo retrotrae, respetando la unicidad, la irrepetibilidad de lo presente. No se aleja esta tesis de algunas ideas genuinamente egipcias sobre los atributos divinos de Osiris y su poder regenerador[9].
Esta insoslayable dialéctica entre la aproximación cíclica y la aproximación lineal al análisis del tiempo, o conflicto entre las dimensiones sacra y profana del tiempo, encontró en la cultura egipcia un conato de solución en la persona del monarca. Idea que perduró durante casi tres milenios, y que aún hoy nos exhorta a reflexionar sobre la naturaleza del tiempo y de la Historia. Si bien no es posible después de Hegel y de los grandes desarrollos decimonónicos en las ciencias del espíritu aislar el estudio de las concepciones del mundo de las distintas culturas de su contexto histórico, social y político (teniendo en cuenta los enormes avances producidos en este sentido), no es menos cierto que se impone una perspectiva que, yendo más allá del ingente proceder analítico que en nuestros días llena las ciencias históricas y antropológicas, sepa aunar esta línea de investigación con una visión sintética capaz de percibir una determinada “trascendencia del contexto” en el caso de la civilización egipcia (y sin duda en otros), que permita contemplar las formas culturales egipcias desde una perspectiva más amplia que el contexto en que surgieron.


[1] Cf. J. Assmann, Egipto a la luz de una teoría pluralista de la cultura, Madrid, 1995, 8.
[2] Cf. N. Grimal, Historia del antiguo Egipto, Madrid, 1996, 52-53; B.J. Kemp, El antiguo Egipto: anatomía de una civilización, Barcelona, 1996, 61-69.
[3] Cf. J.Assman, op. cit., 62.
[4] En la estela nupcial de Ramsés II leemos: wd.n.k pw hprwt nbwt, “lo que tú has ordenado es todo cuanto acaece”, en K.A. Kitchen, Ramesside Inscriptions, Oxford, 1968, II, 249.10. La diversidad fenoménica del orden histórico es interpretada como un designio divino.
[5] Aunque ciertamente desligada de la bibliografía actual por su temprana fecha de publicación, la obra de Henry Frankfort Reyes y Dioses: Estudio de la religión del Oriente Próximo en la Antigüedad en tanto que integración de la sociedad y la naturaleza (primera edición en Chicago, 1948), ofrece una rica y nutrida perspectiva sobre las diferentes concepciones de la realeza en Egipto y Mesopotamia, integradas en una visión sintética de la cultura donde el desarrollo institucional se interpreta en correlación con la dinámica cósmica de nacimientos y resurgimientos (el poder creador del Sol, el poder procreador del ganado y el poder resucitador de la tierra constituyen los tres criterios principales para agrupar a las distintas divinidades egipcias, que contempladas desde esta óptica no son expresión de un primitivo politeísmo, sino una admirable cosmovisión que remite a la unicidad de la absolutez divina). Escribe Frankfort en torno a la figura del monarca: “Amón era, por consiguiente, un dios universal, mientras que la divinidad del Faraón era de un orden distinto. No era más que el hijo y su poder procedía de su omnipotente padre” (edición de 1998, p. 183). El libro de Frankfort es también interesante para estudiar las influencias culturales predominantes en el sustrato de la civilización egipcia, tanto la tesis que otorga preeminencia a la línea africana (sahariana y nubia), así como la tesis que confiere un mayor protagonismo al Oriente Próximo como cultura fontal. Un estudio sistemático sobre los paralelismos entre la realeza divina africana y la realeza egipcia se encuentra en J. Cervelló, Egipto y África: Origen de la civilización y la monarquía faraónicas en su contexto africano, Barcelona, 1996, 141-161. Afirma este autor: “La función de los reyes divinos africanos, más allá del poder político que no detentan todos, consiste esencialmente en el mantenimiento del orden cósmico, entendido en su sentido natural pero también social, porque no existe hiato entre uno y otro aspecto en el universo imaginario africano, que es integrador” (op. cit. 141).
[6] La exposición principal de esta doctrina se encuentra en sus conocidos libros La gaia ciencia y Así habló Zaratustra. Un estudio sobre esta concepción puede encontrarse en M. Heidegger, Nietzsche, Milán, 1994, 311ss; M. Castagnino, J.J. Sanguineti, Tempo e Universo, Roma , 2000, 112-114.
[7] Expresión popularizada por H. Hesse en obras diversas como El Juego de los Abalorios.
[8] Pueden encontrarse reflexiones muy sugestivas a este respecto en I. Reguera, Jacob Böhme, Madrid, 2003, 122-158.
[9] Cf. H. Frankfort, op. cit., 203-233. 

Fue hallado el Laberinto Egipcio


 Herodoto visitó Egipto en el 450 a.C. y en su obra "Euterpe" nos habla de una construcción colosal en forma de edifício laberíntico solo comparable en grandeza con las grandes pirámides de Ghiza. Este es un extracto de la descripción que hizo Herodoto sobre la construcción:

“...el laberinto se encuentra situado no lejos de la margen meridional del lago Moeris, en las cercanías de un lugar llamado Crocodilópolis. Yo estuve allí y el lugar está más allá de toda descripción. Ningún edificio del mundo puede compararse con el laberinto”.

“Para empezar, tiene una docena de jardines interiores, de los cuales seis se hallan alineados en el lado norte y seis en el lado sur. Están construidos de modo tal que sus portales quedan enfrentados. Una pared exterior sin aberturas rodea todo el complejo. El edificio mismo consta de dos pisos y 3.000 habitaciones, de las cuales la mitad está en el subsuelo y las restantes 1.500, en la planta baja”.
 

Vieja

“Visité y vi personalmente las mil quinientas habitaciones de la planta baja, por lo tanto, estoy hablando desde mi experiencia personal, pero en cuanto a las habitaciones del subsuelo, debo confiar en la autoridad de los demás, porque los egipcios no me permitieron entrar. Allí, pueden hallarse las tumbas de los reyes que originalmente construyeron el laberinto y de los sagrados cocodrilos. Por lo tanto, nunca estuve en ese sitio y todo lo que sé, lo sé de oídas. Por cierto, me habían mostrado las habitaciones que se encontraban encima de estas; resultaba difícil creer que hubieran sido construidas por manos humanas. Los pasadizos que interconectaban las habitaciones y los senderos zigzagueantes que iban de una recámara a la otra, me dejaron sin aliento, por su colorida variedad, mientras caminaba en completa admiración desde el patio hacia las habitaciones, desde las habitaciones hacia los peristilos y de los peristilos nuevamente a las otras habitaciones, y desde allí hacia los otros patios. El cielo raso de todos estos lugares está hecho de piedra, al igual que las paredes cubiertas con figuras en relieve. Cada patio está rodeado por una hilera de columnas de mármol blanco, sin juntas”.

“Justo en la esquina donde el laberinto termina, se levanta una pirámide de al menos setenta y cinco metros de alto, decorada con figuras en relieve de grandes animales. Se puede llegar a ella a través de un pasadizo subterráneo”.

“Pero, aunque este laberinto sea muy espectacular, el lago Moeris justo a mi lado, hace que uno en verdad se quede sin aliento. Su perímetro es de 666 kilómetros, tan largo como la costa egipcia entera. Este gran lago tiene una orientación Norte-Sur y su profundidad es superior a los noventa metros en la parte más honda. Fue creado bajo las órdenes del Rey de Egipto, Moeris. 
 
En el medio del lago hizo construir 2 pirámides de 185 metros, por su fe, y para su reina, cerca de su mausoleo. 

Durante años se penso que Herodoto exageró las medidas de este laberinto y si existió realmente, no se sabia donde estaba localizado. Pero febrero del 2008, se localizó con un equipo de geo-radar lo que podría ser el laberinto enterrado, al lado de la pirámide de Hawara, pirámide que erosionada por efecto del agua no conserva las medidas originales que registro Herodoto.

La Atlántida era una civilización marítima.

Ilustración de Pauline Battell

Descendientes de la Atlántida en Cádiz





El equipo de geólogos y arqueólogos dirigido por el profesor americano Richard Freund, académico de la Universidad de Hartford, en Connecticut, ha invertido dos años de trabajos con el patrocinio de la National Geographic y la ayuda de fotografías de satélite, radares capaces de penetrar la tierra, cartografía digital y tecnología submarina. Y de acuerdo a sus conclusiones, narradas para la televisión en un documental especial, la Atlántida, con su peculiar diseño circular, estuvo situada ni más ni menos que al NO de la provincia española de Cádiz, en lo que hoy es el Parque Nacional de Doñana.
 

Refuerza esta hipótesis la existencia de restos de otras "ciudades monumento" construidas siguiendo el peculiar trazado circular de la Atlántida. Obras situadas en otras partes de España y atribuidas a supervivientes de la destrucción de la mítica ciudad descripta en las cercanías del estrecho de Gibraltar.