En la concepción hindú el mundo es producto del pensamiento humano, que es el organizador. No es que la realidad no exista, pero nos resulta imposible concebirla per sé; tiene que pasar por nuestro cerebro y cada uno organizar sus ideas.
En total, que 'Manú' Suayambú sobrevivió al Gran Diluvio.
Él era un hombre sabio, y se entregó a la meditación...
El mundo
yacía entonces envuelto en espesas tinieblas y sumergido en sueño
por todas partes. Entonces Suayambú, en cuanto los sentidos extremos pueden comprender, hizo perceptible la realidad diferenciando los cinco elementos primitivos, de esta manera empezó a hacerlo comprensible; disipó la
oscuridad...
Habiendo decidido él solo hacer que todas las
cosas emanaran de su propio pensamiento, concibió las aguas y en ellas depositó un germen fecundo.
Ese germen se transformó en huevo de oro, brillante como astro
de mil rayos luminosos, y en el cual el Ser Supremo se reveló
en la forma de Brahma...
Y así, el hombre creó a Dios
Por medio de partículas sutiles emanadas del pensamiento se constituyeron
los principios de todas las cosas que formaron este mundo perecedero,
derivado del Ser imperecedero.
Cada uno de los elementos primitivos
adquiere las cualidades de todos los que le preceden: de ese modo un
elemento cualquiera, mientras más separado esté en la
serie, más cualidades reúne.
El pensamiento del hombre atribuyó a cada criatura una categoría
distinta, y con arreglo a esa categoría, actos, funciones y deberes
diversos.
Así fueron concebidos y reconocidos los seres de todas clases.
Esos seres concebidos por el pensamiento adquieren categoría de realidad para otros seres pensantes, en virtud de sus vivencias. Nacen entre los dioses, los
hombres con identidad y los animales, y experimentan sus transformaciones sin fin
a través del pensamiento que se destruye y se renueva sin cesar.
Después de haber creado el universo de esa manera, Manú, cuyo
poder es incomprensible, desapareció de nuevo, absorbido en su
alma y remplazando el tiempo que pasa por el tiempo que viene.
Cuando el pensamiento del hombre vela, el Universo realiza sus actos; cuando duerme, su espíritu
queda absorbido por un profundo letargo y el Universo se destruye a
sí mismo. Y por medio de esos sueños y de esos reposos
alternativos, sin cesar y sin fin, hace vivir o morir
al conjunto de criaturas inmóviles o vivientes.
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